Durante los siglos XVII y XVIII varias oleadas vampíricas
(probablemente incidentes de epidemias e histeria colectiva) barrieron
numerosos países de Europa Oriental. Esto produjo un interés
generalizado en los vampiros, que llegarían a ser comentados por
personajes de la talla de Descartes y Rousseau.
Uno
de los autores más importantes que han trabajado el vampirismo fue el
monje benedictino francés Dom Augustin Calmet (1672-1757), abad de
Senones, destacado exégeta e ideólogo de la Inquisición que escribió,
entre otras muchas obras, un libro titulado El Mundo de los Fantasmas.
En él se incluye el ensayo que lleva por nombre Negociación y
explicación de la materia y características de los Espíritus y los
Vampiros, y así de los retornados de la muerte en Hungría, Moravia,
etc. Con esta obra, Calmet realizó la primera diferenciación clara
entre los vampiros, por una parte, y los demás espíritus y demonios,
por otra. El distinguido abad se preguntaba en este estudio si el
vampiro está realmente muerto, mediante qué mecanismo es capaz de
escapar de la tumba, y qué clase de energía mueve su cuerpo. Llegó a la
conclusión de que, a pesar de su naturaleza maligna, los vampiros son
seres creados por Dios. E indicó que el mero hecho de ser pagano era
causa insuficiente para convertirse en vampiro, pues de lo contrario
los romanos y griegos, que adoraban a dioses paganos, se habrían
transformado todos en vampiros.
Otro autor
famoso que trató el tema del vampirismo fue Montague Summers (El
Vampiro en Europa, publicado por primera vez en 1929), quien realiza un
recorrido de la presencia vampírica a lo largo de la historia, desde la
Antigua Grecia hasta la época moderna, a través de los diversos países
de Europa.
El legendario poeta inglés Lord
Byron (1788-1824) escribió el poema épico The Giaour (1813). Aquí ya
está presente la combinación del horror y de la lujuria que el vampiro
siente y el concepto de los no-muertos que pueden pasar su maldición a
los vivos. En 1816, Byron pasaba unos días en las orillas del Lago
Leman (Suiza) junto a un amigo, el médico John William Polidori.
Mientras se hallaban en lugar tan paradisíaco, dieron una fiesta a la
que acudió el reconocido poeta Percy Shelley y su última mujer, Mary.
Entonces se desató una tormenta alpina, y se vieron obligados a
permanecer en el interior de la casa, contando historias de miedo. En
un determinado momento, el ambiente se caldeó por el alcohol y varios
de los presentes se retaron a escribir la mejor historia de terror y
misterio de todos los tiempos. Mary Shelley empezó en ese momento a
escribir la famosísima novela Frankenstein, un mito mefistofélico de
nuestro tiempo; Byron redactó el citado fragmento, pero no llegó a
completar la obra. Su amigo Polidori lo incluiría después en El
Vampiro, un Cuento, novela publicada en 1819; irónicamente, la propia
vida de Byron se convirtió en el modelo para el «señor Ruthven», el
protagonista. Una secuela no autorizada de esta novela es llamada Lord
Ruthwen ou les Vampires (1820) del autor francés Cyprien Bérard, la
cual fue adaptada por Charles Nodier en el primer melodrama de vampiros
teatral. También a principios del siglo XIX se estrenó en Leipzig la
ópera Der Vampyr, escrita por Heinrich Marschner. Era el año 1828.
Drácula
personifica la fascinación de lo prohibido y es una figura simbólica
clásica para la sexualidad reprimida de todas las sociedades que
oprimen de un modo u otro esta manifestación de la naturaleza humana;
específicamente, la sociedad victoriana que Bram Stoker sufrió, era tan
represora de la sexualidad que sólo era una cuestión de tiempo que
Drácula renaciese.
La capa de terciopelo o
cuero negro en el exterior y seda roja en el interior, quizás el más
característico de los leitmotivs vampíricos, fue añadido por Hamilton
Deane en 1924 para simbolizar al murciélago. Bela Lugosi, el actor que
más brillantemente ha representado el papel del vampiro, exigió y
consiguió que se le enterrara envuelto en su capa. Y hablando de
actores, Drácula apareció en el teatro por primera vez en 1897, con la
obra Drácula, o el No-Muerto escrita por el propio Bram Stoker. La
première tuvo lugar en el Royal Lyceum Theatre de Londres. Más popular
resultó la versión del ya mencionado Hamilton Deane, estrenada en 1923.
El musical Tanz der Vampire se sigue representando en Viena.
Un
escritor británico, Brian Lumley, desarrolló otra generosa aportación
al género de los vampiros. En su serie del Necroscopio (las Crónicas
Necrománticas) narra los enfrentamientos de su protagonista contra
diversos seres de procedencia vampírica. Sin embargo Lumley se desmarca
completamente de las convenciones del origen de los vampiros, y los
presenta como parásitos que se sirven de los humanos (aunque también
podrían parasitar animales si así lo desearan) para sobrevivir,
mejorando biológicamente a su hospedador y otorgándole poderes
sobrehumanos, mientras va sustituyendo la propia personalidad por la
del vampiro.
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