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LUNA (capitulo 1º)





Entré en el restaurante, parecía como cualquier otro, un sitio normal y tranquilo.
Abrí la puerta, un aroma agradable me envolvió. Olía a pan recién hecho. Había varias personas comiendo en mesas de cuatro y de dos comensales. Me acerqué a la barra del bar, a mí lado había un taburete alto. Me senté en él y cogí uno de los menús que había allí, expuesto en un pie de metal.
Mientras leía lo que iba a comer, note que alguien me miraba. Levanté la vista del papel y miré a quién me miraba.

-        Buenos días.- me dijo el camarero.
-        Buenos días.- le dije mirando sus ojos color café.
-        Cuando decida lo que va a tomar, me lo hace saber.- sonrío.
-        Sí, claro.- aparté la mirada de esos ojos profundos.

Volví a mirar el menú.
“Vamos a ver”- pensé- “Parece que los filetes de pollo tienen buena pinta”- me dije.

Deje el papel en la barra, después miré al camarero. Él parecía saber que ya había decidido lo que quería comer.
Se acercó a mí con una sonrisa.
-        ¿Qué va a tomar?- preguntó.
-        Filetes de pollo y de beber refresco de limón, por favor.- respondí con decisión.
-        Enseguida se lo sirvo.- sacó de debajo de la barra unas patatas fritas y una salsa.- es un aperitivo de la casa.
-        Gracias.-sonreí.
-        ¿Por qué no se sienta a una mesa?- sugirió.- estará más cómoda.
-        Sí, creo que lleva razón.- vi una mesa vacía al fondo.
-        Siéntese yo le llevo esto.- me dijo cogiendo el plato y la salsa.

Después de sentarme, él dejo en la mesa el aperitivo. Volvió al poco rato y puso el cubierto y un vaso lleno de limón.

-        Gracias - le dije.
-        No me las de.- volvió a sonreír.

El restaurante se fue llenando poco a poco.
Después de comer llamé al camarero para pagar mi comida. Estaba un poco liada, la moneda extranjera aún no la dominada bien.
Después de pagar ayudada de nuevo por el camarero, el cual fue muy amable, salí del restaurante.
El ambiente en Argentina era como festivo, mucho colorido...  música.
Cómo llegué allí, ahora lo contaré...

CAPITULO 1

Mí vida es un poco complicada, aunque nunca fue mí intención, parece que siempre se lían las cosas que están a mí alrededor.
Hace cinco años que terminé la carrerea de enfermería. En el primer hospital que empecé a trabajar todo iba muy bien hasta que conocí a Pedro; él era uno de los médicos de mí planta, por entonces yo estaba en medicina general.
Durante el primer año todo fue de maravilla.
Debo decir, que mi estilo de vida y de pensar es gótico, al igual que mí manera de ver la vida.
Esa rareza la oculto, sería como ser diferente a los demás, me oculto detrás de una imagen, que en realidad, no tiene nada que ver conmigo.
Mí pareja por entonces decía que me entendía, pero siempre mintió, nunca estuvo de acuerdo con mi mundo oculto. De ello, me enteré poco después de lo ocurrido, que les contaré ahora.
Como mujer que soy, me gusta ir bonita, sobre todo con la ropa que más me gusta, procuro llevar mi melena bien cuidada, y siempre, de alguna manera, llevar algo de cuero junto a mí piel.
Ese día, 28 de diciembre, salía de trabajar en el hospital, terminaba mí turno, eran las once de la noche cuando salía por la puerta de urgencias.
Como no tengo coche, fui a coger el autobús que salía  el último a las 23:30 de la noche, si perdía ese me tocaba coger el autobús nocturno y no me gustaba, por el echo de que daba mucha vuelta y llegaba muy tarde a mí casa.
Para llegar hasta la parada del autobús, tengo que pasar por los contenedores de basura del hospital.
Todo ocurrió muy deprisa, en cuestión de segundos, me vi aplastada contra la pared y una gran mano me tapaba la boca.
Intenté zafarme de aquel tipo, pero era tres veces más grande que yo. Golpeó mí cabeza contra la pared y me tiró al suelo.
Sólo sabía darme golpes y puñetazos, patadas y bofetones, entre insultos degradantes. Y después la violación, no sólo una vez, sino varias. Fue lo más doloroso que a una mujer le puede ocurrir. Cuando acabó conmigo, me dejó al lado de unos de los coches aparcados cerca de la puerta de urgencias del hospital. Sólo recuerdo en último golpe en mí pobre cabeza, al caer de nuevo contra el suelo. Alguien me vio y dio aviso al hospital. Nunca supe quién fue él o la que me socorrió, me lo contaron mis padres, cuando desperté. Estuve tres días en coma; el segundo día, mí corazón se paró y me reanimaron con electroshock. Mis pobres padres, Pedro y los médicos, saben lo que me sucedió.
Dos meses después, Pedro, me exigió que volviera a ser la mujer que era con él, quería volver a tener sexo conmigo, algo a lo que yo me negaba. En mis circunstancias, y después de lo ocurrido, para el psicólogo era normal mi comportamiento. Me dijo que mí pareja debía darme tiempo, debía ayudarme a curar mis heridas físicas y mentales, heridas que por mucho que yo quiera, sé que nunca podré olvidar del todo, ya que fue muy doloroso.
Pero Pedro no lo veía igual que yo, discutimos y se marchó.
"¡Ahí te quedas con tu manera de vivir y tu tozudez, no estoy dispuesto a aguantar a una mujer que sólo sabe recordar lo malo!" Dijo de manera muy cruel.

Me quedé sola, mejor así, su compañía era agobiante, más que nada por su falta de comprensión.
Un mes después descubrí, el por qué, de su manera de ser conmigo, se debía a que tenía una amante. Me da risa sólo recordarlo, aunque parezca raro lo agradezco. Es la manera más sencilla de hacer que una mujer retenga odio, un odio intenso hacia todo lo que lleve calzoncillos y se haga llamar hombre.
Esto me sirvió para entrar más en mí mundo, bueno más bien en mí inframundo. Querer sólo la oscuridad y envolverme en ella, así me sentía segura y protegida. No más amor, se acabó, finito.
Me encontraba bien en mí mundo. Hasta que llegó el día del juicio contra mí agresor. Tuve que recordar todo lo ocurrido de nuevo, era necesario. Es más, no sabía lo fuerte que me había hecho hasta ese día.
Le condenaron a seis años, de los cuales sólo cumpliría dos por buen comportamiento. La justicia, ya ven deja mucho que desear.
Se terminó mí contrato en el hospital y me quedé en el paro. Por mediación de una amiga, me enteré que en Argentina necesitaban enfermeras para trabajar en hospitales. Me informé y decidí cambiar mí vida. Nunca imagine que la iba a cambiar tanto.
Dado a mí currículum, era apta para trabajar en domicilio con personas dependientes y con problemas de salud graves o en un hospital.

Nunca me imaginé trabajando fuera de España, pero allí estaba.

Escogí aquella ciudad, porque estaba lo suficientemente lejos, de todo lo que me rodeaba. A la agencia que contraté le resultó muy difícil encontrarme trabajo aquí, pero después de dos meses me llamaron diciendo que había una vacante.
Sin pensarlo, recogí el billete de avión, me despedí de mis hermanos y mis padres. Para mis hermanos fue una sorpresa, mis padres ya lo sabían. Además, tan sólo será por un año, no es mucho tiempo.
Ahora trabajo en un hospital pequeño, no hay mucho ajetreo.
Vivo en una casita de alquiler, la clásica con adornos y cosas así. Es acogedora y cálida, me gusta mucho.
Me comunico con mí familia por teléfono o por e-mail. Les echo de menos, claro está, pero el tiempo pasa deprisa... por lo menos para algunas cosas.
OSCURA FORASTERA










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